¿Por qué cuesta comer saludable?
En la newsletter de hoy te hablo de la trampa del placer y de los mecanismos de recompensa del cerebro. Si te gusta, puedes compartir y comentar libremente.
Hace poco te hablaba de cómo el placer es una brújula para guiarte hacia las mejores decisiones para ti.
Sin embargo, no se trata de cualquier placer a toda costa y sin medir las consecuencias, sino del placer que es coherente con nuestros valores, nuestra salud, nuestro propósito vital. Es un placer profundo, integral, al que nos referimos como goce.
Al hablar de comida también tenemos que darnos cuenta de que no vale cualquier placer. El placer genuino no viene de comer una comida alta en grasas, azúcares y sal (que después te va a sentar mal, poner de mal humor, mermar tu salud…), sino de nutrirte bien, con alimentos frescos y sin procesar. No es un placer momentáneo y que te deja con ganas de más, sino un placer duradero y que te regala energía y buen humor a lo largo del día.
Si es tan buena para nosotras la alimentación basada en plantas y alimentos integrales, ¿por qué nos cuesta tanto llevarla? ¿Por qué es tan difícil comer saludable?
Hay muchas razones, entre ellas la presión de nuestro entorno, la costumbre, el tipo de alimentos a los que estamos expuestas, el hambre emocional…
Pero hoy quería hablarte de un mecanismo del que a lo mejor no eres consciente y que explica por qué se siente tan bien cuando comemos algo alto en grasas y azúcares y por qué la comida saludable nos resulta insípida si no estamos acostumbradas a ella.
Es el sistema de recompensa de nuestro cerebro, que está adaptado a un ambiente de escasez en el que los alimentos altos en azúcares y en grasas eran una ventaja para nuestra supervivencia.
Antiguamente, estos alimentos eran raros y/o saludables (la fruta alta en azúcares pero llena de fibra, una pieza de caza que nos proporcionaba grasa para el invierno…), pero hoy en día están por todas partes y están modificados para ser mucho más calóricos y estimulantes de lo que solían ser. Por eso los llamamos “hiperestimulantes”. Estimulan nuestros centros del placer mucho más que los alimentos naturales.
Sin embargo, para nuestro cerebro seguimos viviendo en ese ambiente de escasez prehistórico, y por eso identifica cualquier cosa repleta de azúcar y/o de grasa (refrescos, bollería industrial, helado, pizza, hamburguesa, queso…) como algo bueno para nosotras.
La brújula del placer apunta en una dirección contraria a lo que realmente es bueno para nosotras. Nos recompensa por “comer mal”.
¿Qué hacemos entonces, si nuestro propio cerebro parece estar en contra?
Disfrutando de un menú saludable y sabroso en el restaurante Biovegan, en el Herbolario Navarro de la calle San Vicente (Valencia).
Lo más importante, como en prácticamente todo en la vida, es ser conscientes.
Sabiendo que nuestro cerebro está programado para preferir grasas, azúcares y sal, aunque no nos hagan bien, podemos elegir satisfacer nuestro deseo de esos nutrientes con alimentos que sí son saludables (en lugar de grasas saturadas, un puñado de nueces; en lugar de azúcares refinados, una pieza de fruta con su fibra; en lugar de sal, muchas especias antioxidantes).
Y sabiendo también que igual que nos hemos adaptado a “comer mal”, podemos adaptarnos a comer saludablemente. Nuestro cerebro es maravillosamente flexible, y cuando dejamos la alimentación hiperestimulante típica de la dieta occidental por una alimentación más vegetal, va a haber un tiempo de adaptación en el que la comida no va a tener tanto sabor o incluso nos parecerá insípida.
(Aunque en mis clases de cocina enseño recetas muy sabrosas con ingredientes naturales, utilizando especias y combinaciones de alimentos y salsas que son deliciosas incluso para personas acostumbradas a una dieta de “comida rápida”).
Es cuestión de tiempo. Algunos expertos dicen que entre 30 y 90 días es lo que tardan nuestras papilas gustativas a empezar a disfrutar de los alimentos naturales.
Después de ese tiempo, encontrarás exquisito el sabor del brócoli, las berenjenas, las espinacas, las endibias, los garbanzos… incluso crudos! (Bueno, siempre habrá algo que no te guste, cada persona es única y sus gustos también lo son.)
En el último artículo en mi blog entro en más profundidad en esta “trampa del placer” y cómo podemos evitarla. Te explico cómo funciona la neuroadaptación, por qué fases pasamos cuando reintroducimos los alimentos naturales si llevamos una dieta hiperestimulante, y qué tips pueden ayudarte a hacer la transición hacia una dieta más saludable:
La trampa del placer en la dieta moderna
Espero que te guste y que te ayude a comprender mejor los procesos internos que hacen que cueste tanto llevar una dieta saludable.
Para mí, la clave principal es la perseverancia. Darnos tiempo para adaptarnos a esta nueva dieta, con la seguridad de que al cabo de unas semanas lo que antes nos parecía insípido va a ser mucho más sabroso de lo que podemos imaginar.
Me encanta lo que representa esta foto: un momento precioso disfrutando de la comida que preparamos entre todos en el último retiro en junio. La dimensión emocional de la alimentación es el compartir. La comida saludable con gente fantástica es uno de los grandes placeres de mi vida.
¿Cómo es tu relación con la alimentación, difícil o placentera? ¿Reconoces la trampa del placer en tu vida? ¿Has intentado llevar una dieta más saludable y la has abandonado porque te resultaba insípida?
Si comer bien es algo que te cuesta, tengo una buena noticia para ti: es posible cambiar, y en menos tiempo del que imaginas. En cuestión de unas pocas semanas comiendo natural, tus papilas gustativas se adaptarán y no querrás volver atrás.
Y si quieres emprender este cambio con seguridad, bien acompañada y disfrutando del proceso, te invito a que descubras mi formación anual de Cocina vegetariana y saludable y el curso de Iniciación a la cocina saludable.
Si te apetece, compárteme cómo es tu proceso en los comentarios. Lo que compartes seguro que resulta de ayuda para muchas más personas. 🌻👇
Un abrazo,
Aroa